Una nueva etapa entra en escena para México con grandes expectativas para la mayoría de la población que votó masivamente en 2018 por una tercera alternancia política en lo que va del presente siglo, eligiendo a un nuevo gobierno, el primero de izquierda, liderado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (en adelante AMLO). Los retos que enfrentará son enormes, considerando el mediocre desempeño económico y los saldos sociales negativos que dejan casi 40 años de administraciones federales en las que se orientaron las políticas públicas hacia una marcada estrategia de liberalización económica. Además de plantearse terminar con casi cuatro décadas de gobiernos neoliberales, con la llamada Cuarta Transformación (en adelante 4T) se propone «romper la inercia de bajo crecimiento económico, incremento de la desigualdad social y económica y pérdida de bienestar para las familias mexicanas, tendencias que han marcado a México en los últimos 35 años, y emprender un cambio de rumbo» (Proyecto de Nación 2018-2024, 2017).
Sin duda, el diagnóstico es certero. Las llamadas reformas neoliberales dejan una economía frágil, con tasas de crecimiento muy por debajo de las necesarias para absorber la demanda de empleos formales y bien remunerados, así como un Estado débil, con una capacidad recaudatoria limitada y una cobertura de las más reducidas en el tema de pensiones contributivas, con apenas 29 por ciento del total de las personas en edad de retiro cubiertas, además de un sistema de seguridad social en quiebra, que opera con grandes dificultades a través de sus dos grandes instituciones (IMSS e ISSSTE) y de un conjunto de sistemas de seguridad social estatales.
